divisando los kilómetros para llegar a tu cima.
Con un hambre caníval
devoro sierras y cordilleras,
me abro paso por tus montes
con objetivo en tus caderas.
Me detengo a descansar para aullarle a la luna,
a tocar y acariciar la puesta de sol de tu paisaje.
Recorro el sendero eterno de tu abdomen,
subiendo y bajando tus costillas que respiran,
entre impulsos y ahogos, el oxigeno que ansías.
Llego al estrecho de tus palabras y subo hasta tu boca,
capilla donde hago ofrenda con besos y promesas,
promesas de que el día que llegue a aquella cima
será el día de mi ruina, la subida incompleta.
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